martes, 31 de diciembre de 2013

Lo confieso - Pedro Luis Llera Vázquez


Lo confieso
Pedro Luis Llera Vázquez


Estoy perdido: estoy entre lo peor de la extrema derecha de este país. Y todo por estar en contra del aborto, por ir a misa los domingos y fiestas de guardar; por educar a mis hijos conforme a lo que manda la Santa Madre Iglesia; por defender el matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer y la familia tradicional. ¡Qué lástima! ¡Estoy echado a perder!


31/12/13.- Me dispongo a escribir en esta última tarde del año 2013 para hacerles una terrible confesión: soy católico. Sí, sí. Como lo han oído: soy católico. Ya se sabe que en España, en estos tiempos, ser católico es una de las peores cosas que uno puede ser: ya lo sé… Estoy en contra radicalmente del aborto, que me parece un crimen abominable. Fíjense ustedes qué reaccionario soy: una apestado, eso es lo que soy. Y además, integrista: creo todo lo que la Iglesia Católica lleva predicando desde hace unos dos mil años. Y lo creo todo, todo (por lo menos, lo intento). Y no quiero cambiar sustancialmente nada en el Iglesia. Sólo me gustaría que los que formamos parte de la misma fuéramos más santos y más coherentes. Aunque soy un pecador y caigo una y otra vez, estoy conforme con el Catecismo y con el magisterio del Papa y con la tradición apostólica y con la comunión de los santos y con los sacramentos… Creo que el matrimonio es indisoluble. Ya lo sé, ya lo sé: no se puede ser más oscurantista, reaccionario y fanático. Soy parte de la caverna pura y dura. Soy una vergüenza para esta España progresista, abierta y liberal: una pústula maloliente, una espinilla purulenta y supurante, una erupción en las narices de la España «progre». Soy un torquemada nostálgico del nacionalcatolicismo, un fascista… Estoy perdido: estoy entre lo peor de la extrema derecha de este país. Y todo por estar en contra del aborto, por ir a misa los domingos y fiestas de guardar; por educar a mis hijos conforme a lo que manda la Santa Madre Iglesia; por defender el matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer y la familia tradicional. ¡Qué lástima! ¡Estoy echado a perder!

Sí, efectivamente: soy un caso perdido. El matrimonio homosexual me parece un paso más de liberales, laicistas, socialistas y demás enemigos de Cristo para acabar con la familia. Primero lo intentaron proclamando el amor libre y atacando el matrimonio. ¿Recuerdan ustedes? «Casarse es de carcas reaccionarios, propio de burgueses que pretenden perpetuar su ideología rancia», decían. «El amor auténtico no necesita que se firmen contratos ni papeles», afirmaban. «Vivimos juntos y ya está. Y si nos cansamos el uno del otro, cada uno por su lado y no hace falta pagar abogados ni nada», explicaban ufanos. Pero la gente se seguía casando y, salvo honrosas y muy minoritarias excepciones, no les hacía ni puñetero caso a los progresistas, feministas y demás… Y es que la gente es tan fascista y tan retrógrada… Y venga a casarse y a tener hijos y a formar familias reaccionarias que tenían bebés reaccionarios y cavernarios… Y entonces decidieron cambiar de estrategia y todos estos progresistas, liberales, laicistas, socialistas y demás ralea (los enemigos de Cristo y de la Iglesia en general) decidieron que como la gente se empeñaba en casarse, había que desvirtuar el matrimonio y convertir cualquier cosa en «matrimonio». «Si se aman, ¿por qué no se van a casar?», empezaron a decir entonces los mismos que cinco minutos antes clamaban contra el matrimonio y la familia. Y gais, lesbianas, transexuales, travestís y demás homosexuales y homosexualas decidieron que desde ese momento, nada de «amor libre»; que todos a casarse y a inventar nuevos modelos de familia. Y así consiguieron que desaparecieran los conceptos de «padre» y «madre» del código civil y que los cambiaran por «progenitor A» y «progenitor B». Y todos fueron mucho más felices, igualitarios y progresistas.

¿Todos? No, todos no. Unos pocos católicos reaccionarios e integristas siguieron resistiendo, los muy fachas. Y nos negamos a aceptar como algo normal el matrimonio homosexual. Y nos negamos a aceptar que el aborto fuera un derecho de la mujer, en vez de un crimen espantoso. Y nos negamos a aceptar que el Estado se convirtiera en el educador moral de nuestros hijos; y nos negamos a tragar con asignaturas adoctrinadoras diseñadas especialmente contra los católicos: no contra los obispos, que estos no tienen hijos; sino contra los padres católicos que nos empeñamos en trasmitir la fe y los principios morales católicos a nuestros hijos.

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