jueves, 27 de diciembre de 2012

Hijo de Dios, hijo de María - Luis Fernando Pérez Bustamante


Hijo de Dios, hijo de María
Luis Fernando Pérez Bustamante


Tras nueve meses viviendo en el trono más bello hecho nunca, Jesús nació en un pesebre de Belén. Hijo unigénito de Dios, de naturaleza divina. Hijo de María, de naturaleza humana. Una sola persona, dos naturalezas. La voluntad divina se unió en el Fiat de María a la voluntad humana. Si la primera Eva nació del costado del primer Adán, el segundo Adán nació del seno de la segunda Eva, madre de todos los creyentes.

No es bueno que el hombre esté solo, dijo Dios antes de crear a Eva. Y mayor necesidad tenían los hombres de no ser abandonados en la condenación y soledad del pecado. Por eso Dios se hizo carne y habitó entre nosotros. Nunca fue ajeno a nuestras necesidades, pero en Jesús, Dios y el hombre se encuentran y se unen en un milagro que asombra a la creación entera. María fue testigo privilegiada de ese milagro, que tuvo lugar en su seno. Es por ello que jamás podemos separar a Cristo de su Madre. Y es por ello que Él nos la entregó a todos, en la persona de San Juan, cuando estaba en la Cruz. Si María amó a su Hijo, también nos ama a nosotros. Si su Hijo la amó y la honró, nosotros debemos amarla y honrarla.

No puedo, no podemos, olvidarnos de otro testigo del milagro de la encarnación y nacimiento de Jesús. San José no es el actor secundario de ese guión divino. Es protagonista esencial, pues él protegió a la Madre y al Hijo. Él dio un hogar a Aquel que sin ser hijo de su sangre, era en verdad hijo suyo ante los ojos de sus familiares, vecinos y amigos. Sin duda amó a Cristo como pocos hombres le han amado. Sin duda Cristo le amó como a pocos hombres amó el Hijo de Dios. Sin duda tiene un puesto privilegiado en el cielo. Sin duda debe ocupar un lugar muy especial en nuestro corazón.

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