La dictadura de la píldora del día después
P. John Flynn, L. C.
Se impone a pesar de sus efectos colaterales
ROMA, domingo, 13 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- En los últimos años un país tras otro han ido permitiendo la venta de la así llamada píldora del día después. Suele presentarse como un modo de reducir los embarazos "no deseados" y los elevados porcentajes de nacimientos de madres adolescentes.
Japón ha sido uno de los últimos países en permitir algo que algunos llaman anticonceptivo de emergencia. El ministro de sanidad dio el visto bueno para la venta de NorLevo desde mayo, informaba el Japan Times el 24 de febrero.
El artículo decía que se esperaba que esta medida ayudara a reducir el número de abortos. Según el artículo, el índice de abortos en Japón en el 2008 fue del 8,8, ligeramente por encima de la mitad del de Estados Unidos.
Una de las principales cuestiones relacionadas con la venta de la píldora del día después es su disponibilidad sin receta médica. En Irlanda, la cadena de farmacias Boots propuso su venta sin receta, esperando utilizar una argucia legal. En una sorprendente reacción, el Organismo Directivo de Medicamentos Irlandés anunció repentinamente que permitiría la venta de NorLevo sin receta médica, informaba el 22 de febrero el Irish Times.
No sólo se venderá sin necesidad de receta sino que tampoco habrá limitaciones de edad para los compradores. La ausencia de límite de edad ha tomado por sorpresa a la Sociedad Farmacéutica de Irlanda, por lo que publicó una nota diciendo que los farmacéuticos considerarían si deberían enviar a las chicas de 16 años o menos a que pidieran la píldora a un médico o a una institución, al estar por debajo de la edad de consentimiento.
Entretanto, en Estados Unidos, se está presionando para que se elimine el límite de edad en la venta de Plan B, una píldora del día después. Los fabricantes de la píldora, Teva Pharmaceutical Industries, han solicitado a la Administración para los Alimentos y los Medicamentos que permita a los menores de 17 años que la compren, informaba ABC News el 25 de febrero. Actualmente Plan B está disponible sin receta para los mayores de 17 años.
Irresponsable
Wendy Wright, presidenta de Concerned Women for America, decía que sería irresponsable poner a disposición de jóvenes la píldora y advertía que podría cortar la comunicación entre las jóvenes y sus padres y médicos. También señalaba que Plan B necesita supervisión médica, dado que el mismo acto, que las llevó a temer que se hubieran quedado embarazadas, podría haberles hecho contraer una enfermedad de transmisión sexual.
En Inglaterra, al contrario, la edad no es barrera para conseguir anticonceptivos. El Sunday Times informaba el 1 de agosto que médicos de familia habían prescrito la píldora anticonceptiva a más de 1.000 niñas de entre 11 y 12 años. Además, otras 200 chicas, de entre 11 y 13 años, tenían implantados dispositivos anticonceptivos o inyectables permanentes.
Según el artículo, la mayoría de estas prescripciones se dieron a las niñas sin el conocimiento o el consentimiento de sus padres, dado que los doctores están sometidos a la confidencialidad respecto a las niñas, a no ser que sospechen que están sometidas a abusos o son obligadas a tener sexo.
En relación al tema de la edad, la información publicada hace poco por el Departamento de Sanidad Británico confirma los miedos de Wendy Wright. La distribución de la píldora del día después a menores de 16 años les anima a correr más riesgos en sus vidas sexuales, informaba el 30 de enero el Sunday Times.
La información venía de un estudio de dos profesores de la Universidad de Nottingham, Sourafel Girma y David Paton. En los últimos años el gobierno ha distribuido gratis en algunas zonas la píldora del día después, esperando que redujera los embarazos adolescentes.
El estudio comparaba zonas en las que se había distribuido a menores la píldora del día después con aquellas en las que no, y controlaba además el nivel de enfermedades de transmisión sexual. Los profesores descubrieron que la distribución de las píldoras no redujo la tasa de embarazos, pero lo que sí hizo fue aumentar el nivel de enfermedades, en cerca de un 12% donde estaba disponible gratis en las farmacias.
"La investigación internacional no ha logrado encontrar nunca evidencia alguna de que los protocolos de emergencia de control de la natalidad logren reducción alguna en el índice de concepciones y embarazos entre adolescentes", comentaba Norman Wells, director del Familiy Education Trust.
Cheryl Wetzstein planteaba la misma cuestión en un artículo publicado el 25 de marzo del año pasado en el Washington Times. Citaba un artículo del 2007 del Journal of the American Academy of Physician Assistants en el que se afirmaba que los anticonceptivos de emergencia podrían evitar el 75-85% de los embarazos no deseados.
Las investigaciones, sin embargo, han demostrado que estas píldoras no han hecho nada por reducir los niveles de embarazos y abortos, apuntaba.
Wetzstein citaba el número de marzo de Perspectives on Sexual and Reproductive Health, publicada por el proabortista Guttmacher Institute, que admitía que era necesario desarrollar nuevas estrategias para reducir el índice de abortos, dado que las píldoras del día después no habían logrado nada.
Conciencia
El creciente uso de las píldoras del día después ha suscitado la preocupación sobre el grave peligro de las enfermedades de transmisión sexual, además de la salud, si las mujeres usan de modo regular píldoras de dosis alta. Otra inquietud es la cuestión de la conciencia.
El periódico Irish Catholic de Irlanda deploraba el hecho de que, tras la decisión de permitir las ventas sin receta de la píldora del día después, se obligara a los farmacéuticos a venderla. El reportaje del 24 de febrero señalaba que los anticonceptivos de emergencia pueden tener también un efecto abortivo y, por esta razón, algunos farmacéuticos no quieren venderlos.
El Código de Conducta de los farmacéuticos no prevé objeción de conciencia para los católicos, o para cualquiera que puede tener objeciones éticas a la venta de determinados medicamentos.
En respuesta a una pregunta del Irish Catholic, la Sociedad Farmacéutica de Irlanda confirmó que, según el actual Código de Conducta, los farmacéuticos deben tener existencias de la píldora del día después o "tomar las medidas que aseguren que estas medicinas o servicios se proporcionan".
Los derechos de conciencia son también tema de debate en Estados Unidos, debido a la reciente decisión de la administración Obama de eliminar la regulación de la anterior presidencia Bush.
En una nota de prensa del 18 de febrero, la medida fue considerada como "decepcionante" por Deirdre McQuade del Secretariado Pro-Vida de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos.
En un artículo del 23 de febrero en el National Catholic Register, explicaba que las normas de diciembre de 2008 habían robustecido el derecho de los profesionales sanitarios a no participar en ciertos procedimientos médicos que violaban sus principios religiosos o morales. Esto incluye no sólo el aborto y las esterilizaciones, sino también los anticonceptivos.
"Cada vez más, los profesionales de la salud se ven coaccionados a violar su conciencia de miles de formas, como al dispensar o administrar la así llamada píldora del día después", explicaba al Register Marie Hilliard, directora de bioética y política pública del National Catholic Bioethics Center.
Testimonio
La necesidad de defender los derechos de libertad de conciencia fue el tema de la homilía de monseñor J. Michael Miller, arzobispo de Vancouver, en una misa en enero para trabajadores sanitarios.
Según los extractos de la misma publicados por el periódico diocesano B. C. Catholic el 4 de febrero, monseñor Miller insistía en que los católicos que trabajan en el mundo de la salud deben tener la libertad de vivir el mensaje de Cristo en sus vidas profesionales.
Lamentaba el laicismo cada vez más agresivo que procura que la religión no tenga influencia alguna en las instituciones públicas.
"Obligar a los creyentes a guardarse sus opiniones para sí mismos, si lo piensan, es en sí mismo una forma no democrática de comprar armonía entre los ciudadanos de una sociedad libre", afirmaba.
"Es una manera velada de recortar la libertad de expresión de los creyentes", añadía.
Rechazando lo que denominaba "una conspiración de silencio y complicidad", monseñor Miller animaba a los católicos a asumir su responsabilidad de dar testimonio de Cristo incluso si esto significa la persecución. Una persecución que, según parece, se impone por ley.
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